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EL ENTORNO DEL CALIGRAFO Y SUS INSTRUMENTOS

Tomado de “Arte de la escritura y de la caligrafía : teoría y práctica” de Rufino Blanco y Sánchez

 

I. – De la luz

II. – De la mesa y del asiento

III. – Del papel

IV. – Pluma, tinta y tintero

V. – De la cuadricula

VI. – Otros instrumentos necesarios para escribir bien

 

 

I. -De la luz

1. Condiciones de la luz que se utilice para escribir. -2. Diversas clases de luz. -3. Cantidad de luz necesaria para escribir. -4. Luces más higiénicas. -5. Medios de corregir algunos defectos de iluminación. -6. Distancia necesaria para escribir entre la luz, el papel y el que escribe. -7. Colocación de las luces artificiales para escribir bien.

 

1. La luz es lo primero y más importante para escribir59.

Por efecto de la luz distinguimos el espacio o lugar en que la escritura se ha de producir; la forma, tamaño y otras cualidades de los instrumentos y demás objetos usados para la producción gráfica; y la luz nos muestra la forma, magnitud, situación y colorido de los signos escritos.

No todas las clases de luz son convenientes para el acto de escribir. Fijemos, pues, las condiciones que ha de reunir para que sirva al fin de la escritura, siguiendo, al efecto, las lecciones dictadas por la experiencia de calígrafos notables.

La luz de corta duración no basta para la obra de la escritura, que necesita de mucho tiempo; ni sirve tampoco la luz oscilante, porque produce expansiones y contracciones violentas en la retina, cansancio en el nervio óptico e inexactitudes en la sensación. La luz ha de ser, pues, permanente y fija (no oscilante).

El exceso de luz, así como su escasez, daña a la vista, y por esto la intensidad de la luz debe ser suficiente y no más que suficiente.

Los colores blanco y violado cansan menos al órgano de la visión que los demás colores, y por esto es preferible que la luz para la escritura sea totalmente blanca o de color de violeta.

Siendo el acto de escribir tan frecuente, es necesario que los medios de ejecutarle no falten en ninguna parte, por lo cual conviene mucho que la luz se produzca fácilmente y en todo lugar.

La luz que vicia el aire consumiendo mucho oxígeno, que da calor o produce malos olores, ocasiona al que escribe algunos efectos que pueden perturbar la escritura, por lo cual conviene que la luz no impurifique la atmósfera, no produzca malos olores y no eleve la temperatura del recinto en que se escribe.

Por último, la luz ha de ser económica, pues aunque esta condición no se relaciona directamente con la producción de la obra caligráfica, es indudable que la facilita. Además, la baratura de las cosas suele estar en razón directa de su utilidad, y como la luz es en extremo útil, suele ser también muy económica.

2. Podemos distinguir dos clases de luz atendiendo al origen, a saber: natural y artificial.

La luz natural procede de una fuerza de la naturaleza, como la del sol y demás estrellas fijas; la de la luna y demás astros opacos, la de las auroras boreales, la del rayo y otras semejantes.

La luz artificial es producto de la industria del hombre. Luces artificiales son: la tea, las antorchas, la de aceite común, cera, bujías, petróleo, gas del alumbrado, la luz eléctrica y la de acetileno60.

3. Por la intensidad puede ser la luz fuerte, media y débil, y no hay necesidad de añadir que sólo la luz medía es conveniente para el ejercicio de la escritura.

No ha sido posible hasta la fecha medir científicamente la intensidad de la luz, pero se puede apreciar con aproximación la potencia de cada foco por medio de la bujía, que es la unidad usual para medir esta especie de cantidad.

La bujía, como unidad de medida, es la cantidad de luz que produce una de las de cinco en paquete de la marca «La Estrella».

Para determinar aproximadamente la intensidad de una luz, se compara en el fotómetro61 su potencia de iluminación con el de la unidad, y de esta comparación se deduce el número de bujías de luz, cuya intensidad se ha de apreciar.

La intensidad de la luz necesaria para escribir, recibiéndola directamente, no debe bajar de diez y seis bujías, ni exceder de veinticuatro.

Respecto a la luz del sol, puede darse también una regla, a saber: se considera, en nuestro clima, una habitación suficientemente iluminada durante la mayor parte de las horas en que el sol está sobre el horizonte y con cualquier estado atmosférico, cuando la superficie de iluminación es, por lo menos, la cuarta parte de la superficie del local. De manera que las ventanas de dos metros cuadrados pueden iluminar con suficiente intensidad habitaciones de ocho metros cuadrados.

4. De todas estas clases de luz, la del sol es la mejor para los trabajos caligráficos, porque reúne las condiciones de toda buena luz: la de la luna y de las estrellas es poco intensa para este fin.

La luz de la tea es la luz de los primeros tiempos de la historia; pero su corta duración, su escasa intensidad, sus inevitables oscilaciones y otras cualidades semejantes, no permiten usarla con provecho para escribir bien. Lo mismo puede afirmarse respecto de las antorchas.

Muy antiguo es también el uso del aceite de oliva para el alumbrado, y muy recomendable esta luz para los trabajos caligráficos, pues dura bastante, tiene suficiente intensidad, domina en sus rayos el color de violeta, eleva poco la temperatura, apenas vicia el aire, es casi del todo inodora y de fácil producción, pues el olivo se da en muchísimas regiones del globo.

La luz de aceite común o de oliva no es de las más económicas, y oscila mucho cuando se produce al aire libre, pero se le da la fijeza necesaria encerrándola en un tubo.

Análogas condiciones tiene la luz de la cera y de las bujías de estearina y parafina.

La luz del petróleo y la del gas del alumbrado se usan mucho para toda clase de trabajos, sin exceptuar el de la escritura; pero no son recomendables, antes bien, debemos procurar no usarlas sino en caso de necesidad, porque la abundancia de rayos rojos que en ellas se observa, dañan mucho a la vista, producen excesivo calor, vician notablemente la atmósfera y despiden un olor poco agradable. Además son muy peligrosas, porque el petróleo y el gas son fácilmente inflamables.

Los mecheros Auer y otros semejantes evitan muchos inconvenientes de la luz del gas.

La luz eléctrica ha sido recomendada por muchos higienistas, por ser la más parecida a la luz del sol; pero su varia intensidad produce algunas molestias en los ojos.

Hay dos clases de luz eléctrica: la incandescente, que se produce en el vacío dentro de una bombilla de cristal, y la de arco voltaico, que se obtiene en la atmósfera por el contacto de dos barritas de carbón.

La primera es menos variable en su intensidad que la segunda, pero ésta suele ser de más potencia que la primera.

Para los trabajos caligráficos es preferible la luz eléctrica de las lamparillas incandescentes, con reflectores de color agradable para la vista, o con bombillas de cristal esmerilado.

La luz de acetileno, que tiene buenas condiciones para los trabajos caligráficos, está todavía poco generalizada.

La luz, por el punto de procedencia, puede ser directa si procede en línea recta de un cuerpo luminoso, y reflejada si procede inmediatamente de un cuerpo opaco.

Siempre que la luz tenga suficiente intensidad, debe ser preferida para escribir la luz reflejada a la luz directa.

La luz, por la dirección en que la recibe el objeto iluminado, se divide en cenital, si procede del cenit, y lateral, si se recibe por los lados.

La luz lateral puede ser unilateral o de un lado; bilateral o de dos lados; trilateral o de tres lados, y polilateral o de más de tres lados.

Cualquiera de estas clases de luz, excepto la unilateral, puede ser equilateral y lateral diferencial, según que la cantidad de luz de cada lado sea igual o diferente.

De éstas clases de luz, la más cómoda para escribir es la cenital.

La luz más frecuente, sin embargo, en las habitaciones de familia, es unilateral; en este caso, es preciso que la iluminación se produzca por el lado izquierdo del que escribe, a fin de que la sombra de la mano, al proyectarse sobre el escrito, no impida distinguir bien la forma y dirección del trazado.

El siguiente cuadro ofrece, en resumen, la doctrina expuesta en los números precedentes de este capítulo:

 

En resumen, la luz natural es preferible a la artificial; de las luces artificiales son menos dañosas a la vista, la de aceite y la de bujías en aparatos bien acondicionados, así como la eléctrica de lamparillas incandescentes, que debe usarse para escribir la luz de intensidad media reflejada, y que, a no ser posible la luz cenital, debe optarse por la luz polilateral diferencial.

5. La iluminación natural del sol puede ser excesiva por la orientación de los huecos o por el tamaño de éstos, y por las mismas causas puede ser insuficiente.

En el primer caso, la intensidad de la luz se disminuye decorando el local con objetos de color oscuro y usando visillos, cortinas, transparentes, persianas o cristales esmerilados, medios todos con los cuales puede graduarse convenientemente la intensidad de la luz.

Cuando ésta sea escasa, puede aumentarse el efecto decorando el local con objetos de color claro, y sobre todo aumentando, si es posible, la superficie de iluminación. El uso de grandes lunas de espejo en las habitaciones, da mucha claridad y produce el efecto agradable de reflejar la luz.

En las luces artificiales es posible variar los efectos aproximándolas y retirándolas del objeto, y en algunos aparatos se obtiene este mismo resultado por medio de llaves y otros sencillos medios mecánicos.

Las pantallas, bombas de cristal y reflectores metálicos, de uso tan común en los aparatos de iluminación artificial, no tienen otro fin que modificar la intensidad y dirección de la luz62.

6. La distancia a que la luz debe estar colocada varía notablemente según la intensidad de la luz; y debe advertirse que dicha intensidad crece o decrece en razón del cuadrado de la distancia.

Sin embargo, el calígrafo puede trabajar sin esfuerzo con una luz de diez y seis bujías, colocada a cincuenta centímetros del papel en línea vertical.

Si la dirección de los rayos es oblicua al plano sobre el cual se escribe, es conveniente acortar la distancia del foco de luz o aumentar su intensidad.

7. Guardando en lo posible las distancias indicadas, conviene colocar el foco de luz en una línea vertical que caiga cerca del centro de la superficie sobre la cual se ha de escribir, o sea en la dirección cenital. Si esto no es posible, debe colocarse la luz a la izquierda y un poco hacia adelante del que escriba, y a unos treinta centímetros de altura con respecto al plano en que se escribe.

De esta manera, el foco de luz quedará a distancia conveniente63 de los ojos del calígrafo para que no le ofenda a la vista.



 

II. -De la mesa y del asiento

1. Condiciones de la mesa para escribir. -2. Idem del asiento. -3. Dimensiones y distancias relativas.

 

1. La mesa y el asiento son medios necesarios para escribir bien, pues el papel sobre el cual se han de producir los signos escritos debe colocarse en un plano resistente; y el que escribe, si ha de tener libertad de movimientos en las extremidades superiores, debe apoyar su cuerpo en un asiento.

Ni la materia, ni la forma, ni el adorno de la mesa son condiciones que pueden influir en el acto de escribir; sólo debe fijarse el calígrafo, respecto a la mesa, en sus dimensiones y en la posición del plano sobre el cual se ha de poner el papel.

De sesenta a sesenta y cinco centímetros de anchura ha de tener la mesa de escribir para un adulto, distancia que aproximadamente viene a ser la del codo del que escribe hasta las extremidades de los dedos, más la mitad.

La distancia de delante a atrás de la mesa no debe ser menor de medio metro; pues aunque realmente no se necesita esta longitud para escribir, es conveniente, a fin de que puedan colocarse sobre la mesa el tintero y otros objetos precisos para dicho ejercicio.

La mayor longitud de estas dimensiones no es obstáculo para la producción de la obra escrita, pero lo es seguramente el tablero, cuyo tamaño sea menor que el indicado.

La altura de la mesa depende de la del asiento, y puede determinarse de la manera siguiente:

Estando sentado el que va a escribir, y con los brazos doblados naturalmente en ángulo recto por el codo y sobre el pecho, el plano64 superior de la mesa estará a la distancia que medie entre el plano del asiento y el codo, más dos o tres centímetros (14 por 100 de la altura del cuerpo).

Conviene advertir, aunque sea innecesario, que la distancia ha de tomarse por la vertical.

Ya se entiende que esta medida ha de variar por las condiciones individuales del que escriba; pero puede calcularse, para un adulto de regular estatura, en treinta o treinta y dos centímetros.

De esta manera, colocándose en buena posición para escribir, la parte inferior del esternón o hueso del pecho quedará siempre a mayor altura que el tablero de la mesa.

El defecto de altura de la mesa obliga al que escribe a doblar el tronco y a inclinarlo demasiado; por el contrario, el exceso de altura despide el tronco hacia atrás y hace que el peso del mismo gravite sobre los codos. En ambos casos se alteran la circulación de la sangre y el sistema nervioso, y es imposible escribir bien.

Además, la postura viciada del tronco puede ocasionar graves defectos orgánicos y enfermedades peligrosas.

La bella escritura se produce lo mismo en un plano horizontal que en uno algo inclinado: la mayor facilidad que algunas personas tienen para escribir de una manera o de otra es solamente efecto de la costumbre. Por esta razón el uso de mesas con tablero en forma de pupitre se recomienda solamente para evitar que los rayos de luz reflejados sobre el papel vaya a parar a los ojos.

La inclinación del plano del pupitre puede ser variable, pero no debe exceder de veinte grados con respecto al plano horizontal.

Cuando por la dirección de la luz no ocurra esto, puede usarse la mesa de tablero común.

Puede haber, además, un listón plano y no inclinado, a fin de que sea posible colocar en él los útiles necesarios para escribir.

Suele ponerse un trozo de piel o bayeta sobre el tablero de la mesa o del pupitre, para procurar alguna blandura debajo del papel; pero esta práctica no es recomendable. El plano donde se escriba ha de ser muy liso, y por esto, lo que más conviene colocar sobre la mesa o el pupitre es un trozo de piel muy fina y muy bien adobada, o una cartera forrada con piel de estas condiciones.

Caso de no usar bandejas de cristal o porcelana u otros objetos para colocar el portaplumas, deberá tener la mesa, para este fin, una ranura o canal en el lado opuesto al del que escribe.

Si el tablero de la mesa es inclinado, se necesita poner en el borde inferior del mismo tablero un junquillo de poca altura, para evitar que se caiga el papel. Igualmente habrá un hueco para el tintero hacia el ángulo superior derecho de la mesa, si el tintero no ha de ser móvil.

Puede llevar también la mesa por su contorno una moldura o barandilla, mas no por la parte que haya de ocupar el calígrafo al escribir. Este pormenor se refiere solamente a la mayor comodidad del que escribe, y no a necesidad alguna de la escritura.

2. Respecto al asiento, debe estudiar el calígrafo la forma y las dimensiones.

El asiento, para que sea cómodo y no ofrezca obstáculos al que escribe, debe ser ligeramente cóncavo, de manera que la profundidad disminuya del centro al contorno. Tampoco debe tener esquinas ni bordes en línea recta, que son ocasionados a contusiones dolorosas.

La distancia del asiento de delante a atrás ha de ser igual, aproximadamente, a la longitud del muslo (20 por 100 de la altura del cuerpo), mas el espacio necesario para la región glútea; y la distancia transversal, con respecto a la citada, no debe ser menor que ésta, si bien su longitud puede aumentarse sin inconveniente alguno.

La altura del asiento debe fijarse con relación al plano en que descansen los pies. Desde este plano al del asiento debe haber una distancia igual, tomada verticalmente, a la longitud que haya desde la rodilla del que escribe hasta la planta del pie (28,5 por 100 de la longitud del cuerpo).

Por tanto, la altura del asiento corresponderá a esta distancia. A ella habrá que añadir la altura de la tarima, barra o banqueta en que los pies se apoyen, dado caso que se usen estos objetos para mayor comodidad del que se ejercita en escribir.

El asiento del calígrafo debe tener respaldo, a fin de procurar algún descanso al tronco del cuerpo, pues las personas que tienen necesidad de escribir mucho llegan a cansarse de estar en una misma postura largo tiempo.

Para que el respaldo sea cómodo y no produzca daño en la columna vertebral, ha de ser, como el asiento, ligeramente cóncavo; no ha de tener esquinas ni remates puntiagudos, y su altura llegará, por lo menos, a la duodécima vértebra dorsal del que haya de escribir, estando éste sentado, o lo que es igual, el respaldo llegará, por lo menos, a la vértebra dorsal que se articula con la última costilla falsa.

Esta altura del respaldo, con relación a un adulto de regular estatura, puede calcularse en treinta y seis o treinta y ocho centímetros, como mínimum.

3. Por último, es necesario conocer la distancia a que el asiento ha de colocarse con relación a la mesa.

Esta distancia puede ser de tres especies, a saber: positiva, negativa y nula.

Las distancias citadas se determinan por las que hay entre las verticales que pasan por los bordes anteriores de la mesa y del asiento, colocadas ambas en un plano perpendicular al de los dos objetos.

Cuando entre ambas verticales hay alguna distancia, por caer la del borde del asiento fuera de la mesa, la distancia se llama positiva; cuando hay alguna distancia entro las referidas verticales, pero la del asiento cae dentro de la base de la mesa, la distancia es negativa; y cuando ambas verticales coinciden, la distancia es nula.

Siempre que la mesa y el asiento tengan las dimensiones ya indicadas, la distancia entre ambos objetos debe ser nula. Para ello se necesita, sin embargo, que el asiento sea móvil, o que, si es fijo, giren la mesa o el asiento, a fin de que el calígrafo pueda sentarse y levantarse fácilmente.

 

III. -Del papel

1. Papel. -2. Diversas clases de papel. -3. Condiciones que esta materia debe reunir para los trabajos caligráficos.

 

1. La escritura se produce generalmente en el papel, y, por tanto, el calígrafo necesita conocer lo que es el papel, las clases de papel que se usan en la actualidad y las condiciones que este producto ha de reunir para el ejercicio caligráfico.

De muchas y variadas substancias se fabrica el papel. Principalmente se fabricaba de trapos, pero escaseando cada día más esta primera materia, se han sustituido los trapos, por necesidad más que por economía, con el cáñamo, el bambú, la corteza de la morera, la palmera de caña, diferentes algas marinas, la paja de arroz y de otros cereales, la paja de muchas legumbres, el esparto, la ortiga común, los tallos de la patata, la malva, la madera, especialmente la de abeto, y otras substancias muy varias y diferentes65; pero el mejor papel es el de trapos de algodón o de hilo, y a él, por tanto, se han de referir las siguientes notas66.

2. El papel para escribir debe ser blanco o ligeramente agarbanzado; de bastante consistencia, para que resista sin romperse los dobleces y la acción del tiempo; suficientemente encolado, para que no se recale67; de bastante cuerpo, para que el escrito no se trasluzca; de igual grueso por todas partes68 y muy liso, para que la pluma se deslice suavemente; pero no conviene que esté muy satinado, para que la tinta se adhiera bien a la superficie del papel.

Para trabajos caligráficos delicados es preferible el papel de algodón al papel de hilo.

La forma de papel más usada y corriente es la de un rectángulo, cuyos lados mayor y menor están en la relación de 5 : 3.

En cuanto al tamaño, el papel destinado a la escritura, debe ser suficiente para el trabajo que se ejecute, advirtiendo que la escasez de papel es de muy mal efecto estético.



 

IV. -Pluma, tinta y tintero

1. plumas. -2. Diversas clases de plumas. -3. Condiciones que deben reunir las plumas. -4. Tinta. -5. Diversas clases de tinta y manera de obtenerla. -6. Condiciones que ha de reunir la tinta. -7. El tintero: modelos varios. -8. Condiciones que debe reunir el tintero.

 

1. La pluma es el instrumento con el cual se producen las letras y demás signos de la escritura: puede decirse que la pluma es el pincel del calígrafo.

También se escribe con yeso, lápiz y otras substancias que pueden dejar huella sobre una superficie lisa; pero tales substancias no son a propósito para la escritura.

2. Hay muchas clases de plumas, que se distinguen por la materia de que están hechas y por el tipo de letra que producen.

Hasta hace pocos años se usaban para escribir las plumas de ganso, cortadas convenientemente; pero han sido substituidas por las plumas metálicas que inventó en Francia un mecánico llamado Arnoux.

Las plumas se diferencian mucho por el tipo de letra que producen; así, la pluma de letra inglesa es muy fina, y una misma sirve para escribir diversos tamaños de letra; la pluma de letra francesa es gruesa, tiene el corte ligeramente oblicuo a la hendidura, y el ancho de sus puntos debe variar según varíe el tamaño de la letra.

La pluma de letra española es también gruesa; su corte es perpendicular a la hendidura, y lo ancho de los puntos debe ser proporcionado al tamaño de la letra.

Por último, hay plumas de latón, de acero y de otras combinaciones metálicas, y pueden fabricarse de substancias varias.

Para la letra cursiva inglesa se usan unas plumas de cristal de forma de un lapicero afilado, por cuya punta corre una ranura helicoidea, que suelta la tinta poco a poco.

Son, sin embargo, superiores a todas estas clases de plumas las metálicas que se construyen de acero.

3. Toda pluma debe estar bien templada, lo cual lo da flexibilidad necesaria para escribir; a este fin, debe estar hendida en la dirección de su longitud, por la parte media del corte, para formar los puntos.

La pluma debe tener además algún hueco en el centro de la pala para que suelte la tinta con más facilidad.

Las plumas nuevas sueltan mal la tinta a causa del aceite que en la fábrica les ponen para evitar la oxidación. Este aceite se quita bien humedeciendo suavemente la pluma.

Aparte de estas condiciones generales, requieren las plumas otras propias, según las letras que han de producir. La pluma para letra española, que es la que debemos estudiar con preferencia, ha de ser gruesa, con el corte perpendicular a la hendidura, como ya se ha dicho; lo anchura de los puntos puede variar, pero conviene que esta dimensión sea igual a la quinta parte de la sección del caído, comprendida entre la línea superior e inferior del renglón. Cuando el corte de la pluma no se ajusta a estas proporciones, la letra que con ella se produce es imperfecta, y singularmente, cuando la pluma no es tal, gruesa como debe ser.

Hay varios cortes de pluma para letra española, numerados desde el 1 al 6, pero son pocos y muy imperfectos los modelos de pluma de mayor anchura que el del número 1.

Conviene fijarse mucho en estas condiciones de la pluma para la letra española, pues no es infrecuente usar la pluma de letra inglesa para escribir la cursiva española, con lo cual muy pronto se vicia el tipo de letra y se destruye la mejor forma de escribir.

También es muy frecuente usar la pluma de letra española para hacer letra francesa o redondilla, y de esto resulta, como no puede menos, un trazo feo. Es necesario tener presente que para producir una obra en buenas condiciones, hay que usar instrumentos a propósito.

Terminado el trabajo caligráfico, debe limpiarse la pluma para impedir su oxidación. Luego debe dejarse en sitio donde no sufra golpes, y de ninguna manera en los limpiaplumas de cerdas, pues si están secos, abren los puntos de la pluma, y si tienen agua, los oxidan.

La pluma metálica se coloca en un portaplumas, objeto del cual hay gran número de modelos. Los mejores, sin embargo, han de tener las siguientes condiciones: pesar poco, ser cilíndrico, tener siete u ocho milímetros de diámetro y carecer de boquilla metálica para evitar el calambre de los escribientes. Los portaplumas de cedro o de almendro son muy recomendables.

4. La tinta es un cuerpo líquido, comúnmente negro, con el cual se señala la huella de la pluma dejando formado el trazo. De manera que la tinta es la substancia con que se trazan las letras y demás signos de la escritura.

En lugar de la tinta se han usado otras materias capaces de dejar huella sobre el papel, pero hasta ahora la tinta ha sido preferida para este uso por muchos conceptos.

5. Hay varias clases de tintas: negra, de color, plateada, dorada, invisible, etc.; pero la tinta por excelencia para escribir es la negra.

Muy bellos efectos se producen combinando hábilmente varios colores en un escrito; pero nada hay tan severo, ni tan elegante, ni tan bello, como el contraste de una tinta muy negra sobre un papel totalmente blanco.

Hasta hace pocos años tenía el calígrafo que fabricar la tinta, operación que no dejaba de ser larga y molesta; pero la industria moderna produce con abundancia tintas ya fabricadas con arreglo a todos los adelantos de la Química.

En la antigua composición de la tinta entraba como ingrediente necesario el agua, y como tal permanecía en la tinta; pero al evaporarse aquel líquido, la tinta cambiaba de condiciones, y no servía para escribir.

Las buenas tintas que hoy se venden fabricadas, son inalterables, aunque estén en contacto con la atmósfera, y presentan siempre el mismo matiz y la misma fluidez.

Puede, por tanto, el calígrafo moderno obtener la tinta haciéndola él mismo, como nuestros antepasados, o adquiriendo la que la industria ofrece.

Hay, además, otra manera de obtener tinta: consiste en diluir en cierta cantidad de agua el polvo de un paquete, que se vende con este objeto; mas conviene advertir que las tintas así producidas no son muy a propósito para trabajos caligráficos, y sólo sirven para escritura común de oficinas, escuelas, etcétera.

Las tintas de anilina que se usan para los sellos se han usado también para escribir; pero hasta la fecha, quizá por defectos de fabricación, no satisfacen las necesidades de la escritura.

6. La tinta, para que sirva al que escribe, ha de ser permanente y fluida. La tinta de mala composición se descolora en poco tiempo y en poco tiempo desaparece, y la tinta muy espesa se adhiere irregularmente al papel, porque no desciende con facilidad de la pluma. Por el contrario, cuando la tinta es muy clara, se suelta de la pluma en grandes cantidades, inutilizando por completo el trabajo caligráfico, a más de que los trazos en este caso tienen muy poca intensidad de color, se distinguen con trabajo y desaparecen pronto.

Las tintas que marcan en el areómetro de Beaumé cinco o seis grados, tienen la densidad necesaria para escribir bien.

La tinta no ha de atacar el papel. Para la mayor parte de los usos caligráficos debe preferirse la tinta negra y se ha de procurar su baratura; pero conviene advertir que las tintas de buena clase son caras, pues no baja su precio de cuatro pesetas litro.

7. El tintero, que es el depósito de la tinta para escribir, puede estar construido de metal de varias clases, de cristal, de porcelana y de otras materias; pero son preferibles los de cristal y porcelana, que no descomponen la tinta y se limpian fácilmente.

8. La forma y adorno de los tinteros varía también mucho; pero son preferibles los de ancha base, para que no se viertan con facilidad; los que permiten mojar cómodamente la pluma, y los que evitan que la tinta se ensucie con substancias extrañas.

Por último, debe tener, por lo menos, la capacidad correspondiente a medio decilitro, para que no haya necesidad de reponer tinta muy a menudo.

Hay tinteros de cristal de base muy ancha y capacidad suficiente, cuya parte superior tiene la forma de una superficie curva cónica invertida, que permite mojar cómodamente la pluma, impide casi del todo la evaporación de la tinta y evita que este líquido se mezcle con substancias extrañas. Además, aunque estos tinteros se caigan boca abajo, no vierten la tinta.

Si la boca del tintero no está dispuesta de la manera indicada, debe tener una tapa que preserve a la tinta de la evaporación y de substancias que la ensucien.

Si el tintero no tiene estabilidad, por su forma o por su peso, debe empotrarse y fijarse en la mesa.

Por último, el tintero estará a la derecha del que escribe y a una distancia del codo derecho igual a la longitud del antebrazo del que se ejercita en escribir.

 

V. -De la cuadrícula

1. Cuadrícula o pauta. -2. Pauta para la letra española. -3. Descripción de dicha pauta: nombre de sus líneas, espacios, ángulos y figuras que forma. -4. Dibujo de pautas. -5. Diferencias más notables entre las varias pautas inventadas para letra española.

 

1. La pauta69 o cuadrícula70, es un dibujo formado por la combinación de un número fijo de líneas paralelas con otro variable, también de paralelas, que cortan perpendicular u oblicuamente a las primeras. Véase la lám. 1.ª

Este dibujo sirve para aprender y enseñar un carácter de letra, porque sobre sus líneas se estudia analíticamente el trazado de todos los signos de la escritura, sin lo cual es difícil adquirir, en condiciones caligráficas, ningún tipo de letra manuscrita.

2. La pauta de letra española consta de varias líneas, que se pueden clasificar en principales y accesorias.

Las principales son cinco líneas paralelas, llamadas horizontales, y un número indeterminado de líneas, también paralelas, que cortan perpendicular u oblicuamente a las primeras, y se llaman caídos.

Las líneas accesorias son cuatro rectas, paralelas a las primeras horizontales, y una oblicua de inclinación determinada.

Las líneas principales, llamadas impropiamente horizontales, son las siguientes: superior de los palos o línea de los palos altos (ab, lámina citada)71; línea superior del renglón (ej); línea de división (ij); línea inferior del renglón (llm), y línea inferior de los palos o línea de los palos bajos (op).

Las líneas horizontales citadas, excepto la de división, están las cuatro a la misma distancia; la de división (ij) separa en dos partes iguales el espacio comprendido entre la superior (ef) o inferior (llm) del renglón.

Las líneas accesorias horizontales son cuatro, llamadas (cd), línea de las curvas altas (gh), líneas de las curvas bajas (kl) y línea del espacio bajo ().

Además, hay otra línea accesoria oblicua (ot) llamada línea guía, la cual corta a las horizontales con una inclinación que corresponde a la diagonal mayor de cualquier rombo de la cuadrícula72.

La línea del espacio alto (ed) es equidistante de la superior de los palos (ab) y de la superior del renglón (ef); lo mismo ocurre con la del espacio bajo () respecto de la del inferior del renglón (llm) y la inferior de los palos (op).

La línea de las curvas altas (gh) separa la novena parte del espacio limitado por las líneas superior (ef) e inferior (llm) del renglón, y el mismo espacio separa la línea de las curvas bajas (kl).

Cuadrículas

Las líneas transversales se llaman caídos: son paralelas equidistantes, tanto en la pauta de letra vertical como en la de letra inclinada, pero son perpendiculares en la primera y oblicuas en la segunda. La inclinación de los caídos oblicuos en la pauta de letra inclinada puede ser de 30º con respecto a la perpendicular de las horizontales.

La distancia entre caído y caído es igual a la mitad de la parte de éste comprendida entre las líneas superior e inferior del renglón.

3. Todas estas líneas limitan el espacio de varias maneras, y forman ángulos y figuras que tienen denominaciones propias.

Se llama alto el espacio comprendido entre la línea superior de los palos (ab) y la superior del renglón (ef), y se llama bajo el espacio limitado por la línea inferior del renglón (llm) y la inferior de los palos (op).

El espacio que limitan las líneas superior (ef) e inferior (llm) del renglón se llama caja.

Cualquier caído (sz) forma con las líneas horizontales cuatro ángulos, excepto con la superior y la inferior de los palos, que forma dos. Estos ángulos toman el nombre de la línea horizontal con que se forman, y de su posición con respecto a la horizontal y al caído. Así, un ángulo se llama superior de la izquierda de la línea del espacio bajo; otro, superior de la derecha de la línea del espacio bajo; otro, inferior de la izquierda de la línea del espacio bajo, y otro, inferior de la derecha de la línea del espacio bajo.

De manera semejante se nombran todos los demás ángulos que un caído forma con las líneas horizontales de la cuadrícula.

Dos caídos próximos forman con las líneas dichas horizontales (hecha excepción de las líneas de las curvas), seis cuadrados, que reciben los nombres correspondientes al espacio que ocupan y a la situación que tienen con respecto a las líneas que los constituyen. Así, en la pauta para la letra vertical, se dirá: cuadrado superior y cuadrado inferior del espacio alto; cuadrado superior o inferior de la caja, y cuadrado superior e inferior del espacio bajo.

En la pauta para letra inclinada, las figuras son rombos, que llevan los mismos calificativos que los cuadrados de la pauta para letra vertical.

4. Para dibujar una pauta se trazan siete líneas equidistantes (ab, cd, ef, ij, llm, y op) que correspondan a las horizontales ya conocidas, excepto las de las curvas, dándoles la longitud que haya de tener el renglón; y se determina esta longitud en ambos extremos mediante líneas perpendiculares (ao y bp) que corten a todas las demás líneas ya trazadas; se divide en nueve partes iguales la parte (ell) correspondiente a la caja en una de dichas líneas perpendiculares (ao), y por los dos puntos de división (g y k) más próximos a las líneas superior (ef) o inferior (llm) del renglón, se trazan a ellas dos paralelas (gh y kl) de igual longitud que las demás horizontales, y las nuevas líneas serán la de la curva alta (gh) y la de la curva baja (kl).

La construcción hasta aquí es igual para la pauta de letra vertical y para la inclinada, pero el trazado de los caídos y de la línea guía tiene reglas diferentes.

Los caídos (qu, xr y zs) en la pauta de letra vertical, deben ser líneas perpendiculares a las horizontales (y por tanto, paralelas entre sí) que disten unas de otras la mitad (ie) de la parte de caído comprendida entre las líneas superior (ef) o inferior (llm) del renglón.

Los caídos (o qu, xr y zs) en la pauta de letra inclinada, deben formar con la perpendicular un ángulo de 30º73, distando unos de otros la mitad (ig) de la parte de caído comprendida entre las líneas superior (ef) e inferior (llm) del renglón.

La línea guía (ot) debe seguir la dirección de la diagonal trazada de izquierda a derecha, en los cuadrados de la pauta para letra vertical, o en los rombos de la pauta para letra inclinada.

De igual modo que se dibuja un región de la pauta, pueden dibujarse todos los que sean necesarios.

Entre las pautas modernas se observan algunas diferencias que conviene notar. Las mayores nacen, como se ha visto, de tener los caídos perpendiculares u oblicuos a las líneas horizontales. Además, algunas pautas modernas se diferencian por el número de líneas, la inclinación de los caídos y otros pormenores de escasa importancia. La pauta de Iturzaeta no tiene sino las líneas principales; la inclinación de los caídos es de 28º, y la distancia entre caído y caído es igual a la mitad de la altura de la caja, tomada por la línea perpendicular (ell, pauta de letra inclinada).

La pauta de Alverá tiene todas las líneas principales y accesorias; la inclinación de los caídos corresponde a la oblicua de 32º de inclinación, y la distancia entre caído y caído es igual a la mitad de la altura de la caja, tomada por la oblicua (o qu, pauta de letra inclinada), de la citada inclinación.

La pauta de Iturzaeta es, por tanto, menos inclinada que la de Alverá, y en aquella los caídos están más próximos que en ésta, pues la perpendicular es siempre menor que la oblicua. De todo esto resulta que la letra de Iturzaeta es menos inclinada y menos suelta que la de Alverá.

Los demás calígrafos modernos han seguido a Iturzaeta o Alverá en la formación de la pauta; la inclinada de este libro tiene líneas principales y accesorias como la de Alverá, para facilitar el análisis de la letra; la inclinación del caído es de 30º, pues la inclinación de la pauta de Alverá es algo exagerada, y la distancia entre caído y caído corresponde a la mitad de la altura de la caja para que la letra sea menos apretada que la de Iturzaeta.

Estas modificaciones, aunque no se refieren a la esencia de la pauta, son convenientes para mayor facilidad de la ejecución caligráfica y para la mayor belleza de la letra.



 

VI. -Otros instrumentos necesarios para escribir bien

1. Falsillas. -2. Lapiceros, reglas, cartabones, etc. -3. Cisqueros, estarcidos, etc. -4. Papel secante y arenilla.

 

1. Aparte de los instrumentos ya estudiados en los artículos precedentes, necesita el calígrafo otros varios, de los cuales se hacen a continuación algunas indicaciones.

Las falsillas son dibujos de líneas paralelas equidistantes que, colocadas debajo del papel, marcan, cuando este producto es algo traslúcido, la dirección de los renglones. Generalmente las falsillas no tienen otro uso; pero pueden indicar a la vez la altura de la letra, dando a las líneas el grueso necesario para escribir luego, no sobre la línea que marcan, sino dentro de su anchura, la cual corresponderá, si es bastante gruesa, a la altura de la caja.

2. Cuando el trabajo caligráfico ha de ser muy esmerado, es necesario distribuir exactamente el espacio, y para ello se trazan líneas de lápiz con el auxilio de instrumentos de dibujo, como reglas, cartabones, escuadras, compases, semicírculos graduados, etc.

La industria moderna produce gran variedad de lapiceros; pero los mejores para dibujar son los que tienen la mina de lápiz negro y están colocados en el eje de un cilindro o de un prisma hexagonal de madera. Los lapiceros suelen tener su dureza graduada por números: los del 3 o 4 de Fáber son buenos para dibujar; pero aún son mejores los llamados «KOH-I-NOOR», muy usados por los grabadores para dibujar sobre las piedras litográficas.

Las reglas, cartabones y escuadras deben estar bien construidas: para averiguarlo, se comprueban viendo si sus lados coinciden o no con la plantilla de metal que suele haber en los comercios donde se venden estos objetos. También se puede hacer la confrontación con otros instrumentos iguales, ya experimentados como buenos.

Análogas observaciones cabe hacer respecto a los compases y semicírculos graduados.

3. No siempre conviene preparar el trabajo caligráfico con líneas de lápiz, pues si hay necesidad de borrarlas puede perder el trazado alguna de sus buenas cualidades. Para evitar estos inconvenientes se usan los cisqueros y estarcidos.

El cisquero es un dibujo hecho sobre papel, pasado luego con picaduras de aguja por todos sus puntos y líneas. Después se pasa por el reverso del papel agujereado la piedra pómez para gastar la rebaba, y quedará hecho el cisquero, que se usa de la manera siguiente:

Se ponen en una mazorca o muñeca carbón y añil finamente molidos, se pasa esta muñeca sobre el cisquero, que estará ya colocado sobre el papel en que se ha de ejecutar el trabajo caligráfico, y el dibujo del cisquero quedará reproducido en la superficie sobre la cual se colocó. Este efecto se llama estarcido. Para borrar las huellas del lápiz y los puntos del estarcido, se usan gomas, preparadas para este fin por la industria; pero su uso es peligroso, porque suelen destruir el contorno del trazado y borrar algunas partes de la letra.

Es preferible, para borrar el lápiz y el estarcido, la miga de pan, y mejor aún la raspadura74de guante blanco.

Cuando el papel es muy satinado la tinta no se adhiere bien a él, y los trazos se producen imperfectamente: para evitarlo se usa una muñequita con grasilla, que es resina pulverizada75. Conviene advertir que se estropea fácilmente el trazado, si después de haber usado la grasilla se intenta borrar el lápiz o el estarcido, pues se adhieren a la goma o sustancia que se emplea para borrar algunas partículas de tinta que dejan puntos blancos en el trazado.

En escritos poco esmerados se puede quitar alguna ligera imperfección raspando el trazado mal hecho. Para esto se necesita un cortaplumas de acero, bien afilado, y un cristal plano, para colocar sobre él lo que se ha de raspar. Si hay que escribir sobre lo raspado, es necesario dar antes grasilla en el mismo sitio, para que no se corra la tinta. Por último, debe satinarse un poco la parte raspada con una pieza fina de marfil, hecha a propósito, o con un colmillo, también afinado, de jabalí.

Para evitar las manchas de tinta en los dedos, se pueden usar unas gomas construidas ex profeso, llamadas guardadedos o salvatintas. Consisten en un cilindro hueco de goma, al cual se adhiere un cuadradito perforado (también de goma) en sentido perpendicular al eje del cilindro hueco. Este cilindro se ajusta a la boquilla o canutillo de la pluma, y el cuadradito de goma queda separando los dedos (a los cuales toca) de la parte mojada de la pluma.

4. Es muy frecuente, para secar un escrito, el uso de la arenilla o polvos de escribir, así como el de papel secante en hojas planas o colocadas en un rodillo.

La arenilla quita al trazado parte de la tinta y la descolora; además, deja la superficie del papel muy desigual para escribir por el lado opuesto y destruye la encuadernación de los libros en que se usa.

El papel secante, si no está usado, absorbe la tinta y descolora el trazado; y si tiene algo de grasa, lo extiende y emborrona.

En los trabajos caligráficos no debe usarse, por tanto, ni el papel secante, ni la arenilla.

Lo mejor es esperar a que el escrito se seque naturalmente.

 

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

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