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LA ILUSTRACION EN EL LIBRO

 

 

"La ilustración es algo más que el ornato del libro, ya que nos ofrece un comentario gráfico de su contenido, un reflejo de la sociedad en la que apareció el libro y, en algunos casos, puede constituir principal motivo de interés. Llamamos ilustración a aquellas representaciones gráficas que nos informan del contenido del libro; las que se incluyen con fines estrictamente decorativos se llaman ornamentación".

 

Introducción

La ilustración es algo más que el ornato del libro, ya que nos ofrece un comentario gráfico de su contenido, un reflejo de la sociedad en la que apareció el libro y, en algunos casos, puede constituir principal motivo de interés. Llamamos ilustración a aquellas representaciones gráficas que nos informan del contenido del libro; las que se incluyen con fines estrictamente decorativos se llaman ornamentación.

 

 La ilustración en la Edad Antigua

 

                 Papiro de Anhai (Libro de los Muertos, XIX dinastía), Londres, British Museum

 

La ilustración era un arte conocido por los egipcios desde épocas remotas: de hecho, su misma escritura era ya un tipo de ilustración. Entre los restos más sobresalientes de la ilustración egipcia se encuentra el Libro de los Muertos (siglo XV a.C.), donde las ilustraciones aparecían formando un friso en la parte superior del texto. Más tarde apareció la viñeta, que se diferenciaba del texto por un recuadro y a veces por un fondo de distinto color.

En el mundo grecolatino se empleó también la ilustración del libro, aunque nos han quedado muy pocas muestras de ello: unos cuantos rollos ornamentados con motivos geométricos. Sin embargo se sabe que la ilustración en la Grecia antigua seguía los sistemas utilizados para la decoración de la cerámica, y su misma evolución. Ya en esta época apareció la costumbre de iniciar los documentos con el retrato de su autor, costumbre que se extendería mucho más con el Imperio Romano.

La aparición del pergamino favoreció la ilustración del libro, ya que reunía mejores condiciones para ello que el papiro. Sin embargo, la ilustración había nacido con el papiro y su influencia se dejó sentir durante mucho tiempo. En los primeros tiempos de nuestra era, la ilustración de los textos en los centros de cultura romana fue pobre y escasa, aunque se deben citar, por ser los códices en lengua latina más antiguos que se conservan, el Vergilius Vaticanus y el Vergilius Romanus, el primero con 50 pinturas y el segundo con 19, en las cuales aparece el poeta con un volumen en las manos, y la Biblia Itala.

 

 Bizancio

 

drakontaia

Por el contrario, estos mismos siglos señalan el esplendor de la ilustración y la ornamentación de los códices bizantinos, cuyo desarrollo se divide en cuatro grandes etapas:

1: De Constantino a León el Isaúrico. De contenido profano y religioso, muy influida por el estilo helenístico oriental.

2: De León el Isaúrico a Miguel III: como consecuencia de las luchas iconoclastas, no existen en esta época códices ilustrados con figuras, pero sí iniciales ornamentales, arcos, columnas y decoración fantástica.

3: De Miguel III a Basilio II. Se recobra la representación de la figura, pero manteniendo las ilustraciones fantásticas de la época anterior.

4: De Basilio II a finales del siglo XII. Comienza la decadencia, pero aún pueden citarse algunas códices notables. Se inicia el alargamiento de la figura que caracterizará al estilo griego en épocas posteriores.

 

 La Edad Media

 

 

     Additional 40618, f.21v      

                          

               

 Harley 2506, f.39 (detail)

Fuera de Italia, la ilustración se redujo a las iniciales en las que se entremezclan hojas con cabezas estilizadas de animales reales o imaginarios y algún motivo ornamental, que se difundieron sobre todo por la acción de los monjes irlandeses. Se señala la existencia de varias escuelas: la merovingia, con ornamentación limitada a combinaciones estilizadas y pocas tintas, la irlandesa, con sus características iniciales de entrelazados y la visigótica. Según parece, la representación de figuras de la escuela visigótica española seguía la tradición del Norte de Africa, que más tarde se perpetuó en la miniatura mozárabe. De esta tendencia es representativo el Pentateúco de Ashburnham, donde se representan pasajes del Antiguo Testamento.

Additional 28107, f.136                  Harley 2799, f.155

En el siglo IX, la ilustración conoce una época de resurgimiento con el renacimiento carolino, tal y como lo demuestran obras como el Evangeliario de Godescalco o la Biblia de Carlos el Calvo. Se perfila la existencia de varias escuelas -Reims, Palatina, Renana, etc.-, y aunque los efectos de este renacimiento fueron poco duraderos, su influencia se dejó sentir durante mucho tiempo en los condados de la Marca Hispánica y en el valle del Rhin. De esta época data la costumbre de los códices purpúreos o áureos, escritos en oro o plata sobre pergaminos teñidos de púrpura, de clara influencia bizantina. Posteriormente, el manuscrito conocería otro breve periodo de esplendor con el renacimiento otoniano.

Harley 4751, f.40 (detail)    Additional 49999, f.1

En el siglo X merece citarse la miniatura mozárabe, que aparece tanto en los territorios españoles bajo dominación musulmana como en los reinos cristianos del norte de la Península. No todos tuvieron el mismo interés, pero destacan los Comentarios al Apocalipsis y el Libro de Daniel del Beato de Liébana, obra que se prestaba a una extensa ilustración. Prueba de su éxito son las numerosas copias que se conservan, fechadas entre los siglos X al XII. Otras obras de esta época son el Antifonario de León, la Biblia de San Isidoro de León y la Biblia Hispalense, todas del siglo X.

King’s 5, f.5

En el siglo XI hizo su aparición el románico, que consistía básicamente en el bizantinismo impuesto a las costumbre de cada país. En España dio lugar a tres tipos de manuscritos: puramente mozárabes o tradicionales, mezcla de mozárabe y románico y románicos. En el siglo XIII hace su aparición el gótico, más nivelador que el románico, y cuyo foco de influencia procedía de Francia. El libro recibe aires secularizadores y la ilustración adquiere una brillantez hasta entonces desconocida. Los ilustradores consiguen la representación pictórica de lo que narra el texto, pero además, la misma composición de la página se hace en función de su decorado. Así, texto e ilustración se rodean de motivos vegetales minúsculos y delicadísimos, con empleo del dorado y el llamado "azul francés" y las escenas representas momentos de la vida cotidiana. Entre los mejores ejemplares de esta época se encuentran Les Très riches heures du Duc de Berry y el Breviario de Belleville, y en España Las Cantigas y El Libro del ajedrez, de los dados y de las tablas de Alfonso X. También destacaron las escuelas italiana y flamenca, que dejaron sentir su influencia sobre todo a partir del siglo XV.

Additional 34294, f.41        King’s 24, f.101v (detail)

 

 

 Los Primeros Libros Impresos

 

Con la aparición de la tipografía la actividad de los iluminadores se redujo considerablemente, puesto que muy pronto comenzaron a utilizarse también iniciales y estampas grabadas por distintos procedimientos.

      

El grabado de estampas ya se practicaba en Europa con técnicas xilográficas desde principio del siglo XIV, especialmente para obras populares de poca calidad -juegos, barajas, etc- y obras donde el texto era casi inexistente -Biblia Pauperum. Pronto pasó al libro, también en principio en forma de grabados populares de escaso valor artístico. Sin embargo, ya a finales del siglo XV y principios del XVI se hicieron famosos algunos libros por la calidad de sus grabados, como son la Crónica Universal, impresa en Nuremberg por Anton Koberger o la Hyperotomachia Poliphili de Aldo Manuzio, de manera que junto al grabado popular de baja calidad, conviven obras de altura artística sorprendente. Pronto se dedicaron a la ilustración del libro artistas de la talla de Holbein, Lucas Cranach y, sobre todo, Durero, quien cultivó la xilografía y el grabado en hueco. Además de Nuremberg, donde se encontraba su taller, existían otros centros de ilustración xilográfica del libro famosos por la perfección de sus obras, como son Estrasburgo, Frankfurt, Venecia o Milán. Una vez llegada a este esplendor, la xilografía comienza a decaer, decadencia que durará más de dos siglos. A finales del siglo XV hizo su aparición la calcografía, mucho más apta para la representación fidedigna de las ilustraciones, que poco a poco fue ganando terreno por la facilidad que prestaba a la reproducción de las obras científicas y tratados de viajes.

      

 

     

 

 Del siglo XVII al siglo XIX

 

El interés de los pintores por la ilustración del libro casi desapareció en el siglo XVII, excepción hecha de Rubens, quien trabajó para los talleres de los Plantin de Amberes. Sin embargo, el interés general por la ilustración reaparece en el siglo XVIII con nuevos bríos En este siglo reaparece el grabado en madera, bien que con distintos procedimientos: el artífice de ello fue Thomas Bewick, quien descubrió el sistema de xilografía a contrafibra o à la testa, consistente en grabar sobre láminas de madera cortadas transversalmente. Esta operación podía hacerse con buril, ya que la dureza de la madera era similar a la del metal. Bewick publicó obras tan notables como Selected fables, Quadrupeds y British Birds, en las cuales reflejaba con delicadeza y precisión tanto el aspecto de las personas como el de los animales.

     

Pero las influencias más notables en cuanto al estilo de ilustración y los motivos utilizados procedían de Francia, quien, como en otros campos, no tardó en imponerse. Coincidiendo con el arte rococó, la ilustración del libro adquiere un aspecto elegante y frívolo -rosetones, amorcillos, guirnaldas, florones-, y no se limita a narrar o sugerir la escena plasmada en el texto, sino que decora todo el libro con cabeceras, orlas, iniciales y culs de lamp. Entre los grandes ilustradores del momento se cuentan los pintores Fragonard, Boucher, Choffard y Moreau, gran viñetista e intérprete minucioso de la vida cotidiana. A mediados de siglo, el cambio de estilo artístico se refleja también en la ilustración del libro, que abandona las elegantes y alegres líneas del rococó para pasar a la regularidad absoluta y la simplicidad lineal , evocadora de la antigüedad, característica del arte neoclásico.

    

El siglo XIX hereda del anterior alguno de sus grabadores y es ahora cuando empezará verdaderamente la influencia de Bewick. Ello vino a coincidir con el romanticismo, periodo que favoreció extraordinariamente la ilustración del libro, pudiéndose hablar de una ilustración romántica basada sobre todo en motivos medievales, ruinas antiguas y también ilustraciones que resaltaban los caracteres propios de las regiones -surgían los primeros movimientos nacionalistas. Entre los grabadores más conocidos están Daumier, Raffet, Gigoux y sobre todo Gustave Doré, cuya influencia en este tipo de ilustración se deja sentir aún en nuestros días. Doré fue un fecundísimo grabador que se apartó de las tendencias academicistas francesas para adquirir una notable personalidad propia: entre sus obras más destacadas se encuentran las ilustraciones para El Quijote, La Divina Comedia y La Biblia.

   

Con la desaparición del Romanticismo, la ilustración conoce un decaimiento paralelo al de la producción del libro de calidad, al tiempo que las nuevas condiciones de vida y los avances técnicos aumenta la difusión de la lectura en sectores cada vez más amplios de la población. Así, la ilustración se mantiene en todas las obras de gran difusión destinadas a un público amplio -novelas, folletines, etc.- y le presta un apoyo considerable al recién aparecido libro infantil. Para hacerlo más agradable y llamativo, los dibujos se colorean, primero a mano, por niños y mujeres empleados con bajos sueldos, y más tarde mediante el procedimiento de la cromolitografía, cuyo empleo en ciertas obras de mal gusto le dio sentido despectivo a la palabra cromo.

      

En cuanto al aspecto técnico, el siglo XIX presencia la vuelta al grabado en madera, pero es la litografía -grabado en piedra calcárea que aprovecha la cualidad de algunos minerales de repeler las materas grasas-, inventada por Senefelder a finales del siglo anterior, el procedimiento que quizá más renovó entonces la ilustración del libro y sin duda la técnica más empleada hasta la segunda mitad del siglo, en que hizo su aparición el fotograbado. En esta última mitad, y con la aparición de la corriente del libro para bibliófilos, destacan figuras tan interesantes como William Morris, quien trabajó con los prerrafaelistas en la concepción de una estética que influiría decisivamente en la aparición del Art Nouveau. En la elaboración de este tipo de libros colaboraron activamente en Francia los primeros impresionistas.

 

 El siglo XX

 

                 

La ilustración del libro ha sufrido los mismos cambios que todos los demás aspectos de la obra, desde el contenido hasta su misma concepción. Las técnicas, que empezaron con la fotocomposición, para seguir con el heliograbado, huecograbado y offset, llegaron a tal perfección que los libros de hoy pueden llegar a ser verdaderas obras de arte gráfico, presentando la realidad con una fidelidad absoluta. Pero quizá lo que más ha cambiado es el concepto de ilustración. La primera mitad del siglo estuvo muy influida por las corrientes decimonónicas, para comenzar a abrirse, primero tímidamente y luego de forma generalizada a las nuevas corrientes de la ilustración. Para la ilustración del libro se utilizan hoy día indistintamente originales fotografiados o diseñados, nacidos con la finalidad de ilustrar el libro o no. Las corrientes artísticas han influido decisivamente sobre la ilustración del libro, que en muchos casos ha sido su mejor medio de difusión.

El libro ilustrado actual responde a las siguientes motivaciones:

- Libros de divulgación científica o libros técnicos que precisan de abundantes ilustraciones -arquitectura, arte, etc.

- Libro recreativo, o formativo con vocación de entretenimiento -viajes, aventuras, ciencias aplicadas, etc.

- Libro infantil.

- Libros de texto

- Libro cuyo contenido fundamental y razón de ser es la ilustración: catálogos de exposiciones, obras de fotógrafos célebres, etc.

En una sociedad de cultura tan marcada por los mensajes audiovisuales, es comprensible el papel que representa la ilustración del libro. Así, de una parte es difusor de ideas; de otra, sirve de reclamo a los lectores para atraer la atención sobre su contenido; en este sentido, la iconografía ha vuelto a recobrar la función que tuvo en la Edad Media. No obstante, al lado del libro ilustrado aparecen libros con muy pocas ilustraciones, sólo ilustraciones técnicas y gráficos o faltos por completos de ilustración.

 

Edmund Dulac - The Sleeping Beauty       

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Kay Nielsen - Hansel and Gretel

 

 

 

     

    Actualizado el 25/11/2009          Eres el visitante número                ¡En serio! Eres el número         

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